El nombre y la cosa, de José Saramago, parecería una disertación acerca del antiguo problema filosófico ya presente en el Cratilo de Platón, que trata la relación entre el nombre y la cosa. Sin embargo, el ensayo -producto de las conferencias que el gran escritor portugués dictó en la cátedra Alfonso Reyes del Tecnológico de Monterrey- resulta una fuerte crítica de la situación política actual en el mundo, en el sentido de que las definiciones que históricamente han encumbrado los valores de la política: democracia, igualdad, Estado, derechos humanos, no corresponden a la realidad de los hechos. De esta lamentable incompatibilidad, Saramago arma su lúcida y devastadora crítica donde demuestra que el lenguaje no siempre contiene lo que la cosa o el acontecimiento es.
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El nombre y la cosa, de José Saramago, parecería una disertación acerca del antiguo problema filosófico ya presente en el Cratilo de Platón, que trata la relación entre el nombre y la cosa. Sin embargo, el ensayo -producto de las conferencias que el gran escritor portugués dictó en la cátedra Alfonso Reyes del Tecnológico de Monterrey- resulta una fuerte crítica de la situación política actual en el mundo, en el sentido de que las definiciones que históricamente han encumbrado los valores de la política: democracia, igualdad, Estado, derechos humanos, no corresponden a la realidad de los hechos. De esta lamentable incompatibilidad, Saramago arma su lúcida y devastadora crítica donde demuestra que el lenguaje no siempre contiene lo que la cosa o el acontecimiento es.
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El nombre y la cosa, de José Saramago, parecería una disertación acerca del antiguo problema filosófico ya presente en el Cratilo de Platón, que trata la relación entre el nombre y la cosa. Sin embargo, el ensayo -producto de las conferencias que el gran escritor portugués dictó en la cátedra Alfonso Reyes del Tecnológico de Monterrey- resulta una fuerte crítica de la situación política actual en el mundo, en el sentido de que las definiciones que históricamente han encumbrado los valores de la política: democracia, igualdad, Estado, derechos humanos, no corresponden a la realidad de los hechos. De esta lamentable incompatibilidad, Saramago arma su lúcida y devastadora crítica donde demuestra que el lenguaje no siempre contiene lo que la cosa o el acontecimiento es.
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